Cuando amanezca,
ahí, en la puerta, amor mío,
estaré sentada,
en esa silla de anea,
la que tanto me gusta,
en la que me coges,
en tus piernas.
Tú, en ella,
me cuentas,
esas historias que sabes
de personas tan buenas;
esas historias de conocidos
en tus viajes,
en esos países abandonados,
sin estrella.
Y, en su ayuda,
¡no llega nadie!
¡sin alimentos!
¡sin medicamentos!
Tú pasas los días,
cuenta que te cuenta…
llora que te llora…
en esa silla de anea,
tus historias verdaderas.
Yo, amor mío,
a tu vera.
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