Y, los gatos, aullaban
en la noche clara,
por el augurio
de nuestro profundo trote.
Y, he aquí, el secreto
de una noche misteriosa
donde, tú, te presentas
con tu cara de indígena,
desarmado.
Me reclamas,
el amor que te negué
por aquellos años,
en los que, yo, andaba perdida.
Y, justo, al sentirme
se te caen, dos lágrimas,
sobre mi pecho
pues, yo, ya estoy
desnuda, sin pijama,
mi amor.
Y, esta vez,
¡no te digo no!

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