Gatos (Número 115)


Y, los gatos, aullaban

en la noche clara,

por el augurio

de nuestro profundo trote.

Y, he aquí, el secreto

de una noche misteriosa

donde, tú, te presentas

con tu cara de indígena,

desarmado.

Me reclamas,

el amor que te negué

por aquellos años,

en los que, yo, andaba perdida.

Y, justo, al sentirme

se te caen, dos lágrimas,

sobre mi pecho

pues, yo, ya estoy

desnuda, sin pijama,

mi amor.

Y, esta vez,

¡no te digo no!

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