Salpicones


Desesperada en este duro trance,

¡qué amarga mi soledad nocturna!

Viajo a un lugar solitario

donde, antes, estuve acompañada.

Miro sin piedad,

devoro mi amanecer,

en peligro de una desaparición

emblemática.

Se inerva mi mente,

en un oasis de oscura intriga,

en un pasadizo secreto,

hacia las aguas cristalinas

de una púrpura paz

que flota,

con un amor celeste claro,

como el cielo de mayo

en Punta Umbría.

Y te dedico,

los salpicones de un mar

que me mira,

con la fortaleza de un Dios.

Y, su sonido, hace que escriba

este poema para ti,

antes de partir para la Vega,

mi tierra,

lejos de este mar

que me inerva.

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