Filigrana
en este mes de abril,
radiante,
un zepelín, con una tunda,
en esta cabeza de alfil,
me da tantas vueltas,
como el tío vivo de la feria.
Miro la quietud de las palmeras
y, un mareo,
viste de gravedad mi cuerpo.
En un segundo, inmóvil,
yaciendo en el suelo.
Tengo miedo de perderte,
después,
de sentirme tan pequeña,
vulnerable…
Sé que no soy eterna,
quizás,
no llegue a mi vejez,
¿quién sabe?
Solo sé que, ahora,
te recito este triste poema,
llena, de una tremenda pena.
Si tú lo escuchas
es para ti, mi amor;
¡amor de mis mil maneras!
¡amor de mi soliloquio!
¡amor de mi aventura!
¡amor de mi compañía!
¡amor de mi vida entera!
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