Mandrágora de mi amor,
te espero, bajo el árbol
de la vida eterna,
con una taza
de chocolate blanco
y un pastel salado.
Me convertiré
sin, otra Patagonia perdida,
en un sable de luz
para cuidarte aquí
y en la gloria del paraíso.
Te llevo, en mi corazón,
vaya donde vaya.
No te he olvidado,
mi amor.
Sigues aquí, encrespado.
(Eyaculación post mortem)