Hoy, catorce de febrero,
en tu libro,
yo solo hubiese escrito
«te amo»
contigo, al firmamento.
Tu mirada, calostro
para mi alma.
Me sacian tus pupilas,
las mías, dilatadas.
Tu presencia, mi tímpano,
un trino de pájaros.
Tu ausencia,
la estampida de mi sangre.
Tus besos, mi salvación,
mi locura perdida.
Y, un abrazo tuyo,
mi gloria,
una paloma blanca
entre las flores del edén,
jolgorio para mi ser.
Y miro, de nuevo, tu cara
y, en ella,
la frescura de tu alma
que no deja que me vaya.
Me amparo en tus entrañas,
con la fuerza de una daga
y, tu amor, me acompaña.
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