Voltios de Jerusalén,
activos, en mi trapo nuevo.
Navego, en este
ostracismo de tu barco,
indicio que me posterga
al trémulo impostor de tu
soledad,
en voluptuoso y en opaco
limbo para retornar a tus
sensuales brazos,
integradores de una burbuja
chispeante, en tus venas de
estimado señor.
Trotamundos,
bienvenido a mi vida,
amor.
1 comentario en “Trotamundos (Número 249)”