Con alta tensión
por mis venas,
tú, la raíz
de mis penas,
por ti,
guardo un montón
de lamentos
entre mis recuerdos.
Y, por ti,
el sufrimiento
me consume.
Y, por ti,
mis células
moribundas,
en su final.
Y, por ti, en mi pecho
un desgarro interior,
un volcán activo,
destrozando, mi respiración.
Y, por ti,
gimo en silencio
y, mi ser, no puede más.
Y, por ti,
cargo un fuerte dolor,
cada vez, que abro mis ojos,
ni tan siquiera,
levanto mis párpados.
Y, por ti,
este volcán,
en mis pulmones,
me raja hasta el esternón.
Y, por ti,
este volcán
en mi corazón,
mata mi tenue ilusión
y me tumba…
en la desesperación.
Y no abro mi boca
y no tomo aire,
solo vivo,
amándote.
El dolor del fuego que te quema viviendo por otra persona se atenúa con la frescura de dedicarse la vida a uno mismo. Cortafuego innato que, aunque no extinga por completo las llamas, las mantiene contenidas en un lugar conocido y concreto, ese lugar que visitas cuando, voluntariamente, quieres volver a arder. Pero seguro que eso ya lo sabes.
Bellas palabras, Mercedes.
Un saludo.
(pude recuperarlo…)
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias Francisco por tu comentario tan bonito y por recuperarlo. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona