¡Ay! ¡Ay de mí!
Si hasta, el aire,
me molesta, en las tribunas,
de una orquesta silenciosa
de mi alma muerta.
Congoja en mi garganta,
que se me atraganta,
con el pensamiento
de mis tormentos, cualesquiera,
por dentro.
Monstruosos estados de tiki taka,
me destapan, en la noche fría,
de los muertos vivientes,
con las pautas presentes.
¡Ja! ¡Ja! ¡No puede ser!
El elegante torpedo de tu piel,
descabellada vida de por cien,
en las agonizantes penumbras
de soliloquios enquistados,
tras la vista perdida,
en una deriva negra y gris,
aún cuando, el nácar del mar,
esté en calma.
Tropiezos de mi desventura,
¡fortuna cero!
¡el nombre de acero!
en estos momentos,
¡adiós a mi tiempo!
¡adiós verbo negro!
¡adiós! ¡hasta luego…!
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