Agua parada,
quietud, de un día loco,
entre dinosaurios inoportunos,
con el agua al cuello,
entre tormentas,
de asfalto polvoriento,
con la temperatura, de un volcán,
ardiendo, entre las sombras,
de un cuerpo muerto.
Pitonisa de las riquezas
de los puertos vigilantes,
hacia la sombra delicada,
de bravos candiles,
en mitad de una dura mina,
los porrazos no terminan,
derribos peligrosos en mi alma,
enquistados, sin la quietud del agua,
parada cristalina,
deseosa de tu vida, insaciable,
en los puertos más amables
y, coloreando, bellos paisajes,
fruto, de un amor tan grande,
desafíos, inestables,
dentro de una polvareda,
inquietante, en las noches,
de una guardia, expectante.