Punto a punto,
el pez, de luto,
colocado,
en las esquinas
de una raza de miras,
construidas,
por la grandeza verde y móvil,
de unos árboles inmóviles,
en sus raíces fósiles,
donde la luz del día,
empoderada con,
la marcha de las voluptuosidades
incandescentes,
entre las miradas perdidas,
de los pozos diferentes,
encontrados,
en las pendientes
de la vida misma,
corruptos,
desde la última vez
que se clasificaron,
en la existencia de las banalidades,
entre los portentos vacíos
de una lucha de clases
donde, la pérdida de algo,
abandona tu dimensión eclipsante
y, destruye, los horóscopos pensantes
de una caléndula delirante
y de una postura, equidistante,
entre los logros concomitantes
de la raza menguante,
en las lunas parciales
de la historia perdida
con los causantes
de la desgracia
empedernida, cautelosa,
pérdida de facultades.
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