Dejaré que, mis lamentos,
se oigan en el mundo entero.
Me rajarán las costillas y el pecho,
con la fuerza del fuego.
Es el ruido que hace
cuando, mi castillo de naipes,
cae por los suelos.
Una a una, mis ilusiones,
rotas por el descontento.
Duras posturas,
yo vivo, en estos momentos.
El dolor, rompe,
la estructura de mi preciada vida.
Hoy, lejos, de todo lo bello,
lágrimas recorren mi cuerpo,
este cuerpo extravagante
que, ronda,
la misteriosa incertidumbre
de si vivirá, de nuevo,
los hermosos y dulces días,
con la pasión de tu cuerpo.
Hoy, aquí, postrada,
sin sabores ni elementos
que condicionen,
el amor, como lo primero.
La muerte de los acordes
ha llegado en poco tiempo
y, el pecho mío, sangrando,
¡no creo que viva de nuevo!
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