El brillo del mar de Barbate,
a las cinco de la tarde,
me recuerda, que te quise
antes que a nadie.
Y, tú, como gaviota, volaste
para posarte algo más lejos
de donde, yo, estaba esperándote.
Hoy, con mis arrugas,
me he mudado a Finisterre.
Los niños y las niñas
siguen jugando,
yo, sigo amándote,
tu nombre me da miedo,
al oírlo, me agito.
Y, mi amor,
no se ha mudado de acera,
sigue viviendo dentro de mi corazón,
en la misma puerta
por la que te vi pasar,
con mis pocas primaveras…
¡endeudada por tu ventolera!

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