Como loca,
en este entramado
de mazorcas de maíz,
compongo, este poema,
para ti, pensando,
en la luna creciente de mayo,
la que nos gusta tanto a ti y a mí.
Puerto cerrado,
en el yate de Alicante,
las muchachas,
se fueron un poco antes,
los chavales,
tomaron el postre,
en la gran terraza del hotel.
Nosotros, aún, en la ladera
de aquel misterioso estandarte,
buscando, los dos,
nuestras historias de antes,
nuestros recuerdos,
grabados en el alma,
con fuego imperecedero,
con cal de las de antes;
blanca, potente, radiante…
Si tú eras genial,
yo lo era más
Si tú me querías,
yo te amaba más.
Si tú me buscabas,
yo te encontraba.
Y, sin dudarlo,
con la gracia de nuestros besos,
los que nos dimos allí,
nos fundidos,
en abrazos de colas de caballos,
abrazos impolutos,
para llegar, al fondo del mar,
con duendes del océano,
con sirenas morenas,
con poéticas canciones.
Y, con el apabullante atril de pintores,
bajo el mar, sacando en sus lienzos,
nuestro amor inmortal.
Los peces de sierra se pusieron a llorar
y, las ballenas, no se quedaron detrás.
El arcoiris se hizo allá,
en el fondo del mar.
Y, todos los peces,
se pusieron a cantar:
el amor, el amor…
cuando se ama de verdad.
Fotografía Pexels
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