Ninguna extraña
realeza, de este lugar,
encuentra, mi número sagrado,
el de mi suerte, forjada,
entre laureles de diciembre,
en mi pericardio.
Personas, con declaraciones,
a flor de piel,
responsabilidades, doradas,
durmientes,
desde que miro, las isletas,
de la cuarta sombra,
extrapolando,
entre los palos y las falacias
ad hominem
(cuando se ataca sin argumentos).
Y, recuerdo, aquel nogal
que, tantos años,
dejaste pelado, al pasar,
por aquel acantilado rocoso.
Y ante, la misma incertidumbre,
de un vigilante nocturno,
embaucador,
en otro mundo
y, elogiando,
a los seres más extraños
del aire que, aún,
continúan volando
y, mandándonos, las gracias,
por lo acordado
en aquel puente de paso,
entre las estampas de soldados
parisinos,
por el camino,
de la ensangrentada lucha
que tuvimos,
al conocer la verdad,
en aquel último instante.
¡Caminante corre!
¡No mires atrás!
La luna llena y fría,
se acerca y, antes,
debes conseguir,
una guarida segura,
para quitarte, de enmedio
de los carroñeros,
que, por ahí, te vigilan
a cada momento,
Y ante la liturgia
de tu parlamento,
ensimismado,
en ese tormento
del pasado,
castración de tu alegría
y, sepultura, de tu vida.
😘😘😘😘
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