Bajo mi brazo,
¡mucho dolor!
¡no puedo coger
a tu paloma blanca!
Dos mil veces
maravillada,
en el momento de mirarla,
te he bendecido,
entre un humo limpio
para, después, orar.
Y, con ella, entre mis manos,
mi dolor desesperado,
con el yate de tu corazón,
se ha encallado.
Tu paloma blanca
revolotea sobre mí,
con un picoteo, feliz.
¡No sueño!
¡Vivo por ti!