Ya vivo (Número 386)


Bajo mi brazo,

¡mucho dolor!

¡no puedo coger

a tu paloma blanca!

Dos mil veces

maravillada,

en el momento de mirarla,

te he bendecido,

entre un humo limpio

para, después, orar.

Y, con ella, entre mis manos,

mi dolor desesperado,

con el yate de tu corazón,

se ha encallado.

Tu paloma blanca

revolotea sobre mí,

con un picoteo, feliz.

¡No sueño!

¡Vivo por ti!




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