¡Acacias! ¡Acacias!
Yo, comía acacias,
en la placita de mi niñez,
en la placita «Santa Ana».
Sí,
con ilusión en mi alma.
Con ellas,
ahuyentaba mi mala suerte,
¡maravillosa planta!
Con ellas,
me hacía pendientes,
¡zarcillos de acacias!
Después,
me atiborraba de chucherías
en el quiosco de «Miguel».
Casi me bañaba,
en aquella fuente,
que, hoy, sigue allí,
algo transformada.
Mas, las acacias,
ya no están.
Tampoco, el quiosco,
ahora,
se han tornado en naranjas
y, en cuatro esplendorosas palmeras,
aireadas,
¡frescura imponente!
¡Acacias! ¡Acacias!
Yo, de niña, comía acacias,
¡qué suerte!
Ahora, de mayor,
no como acacias.
Mi suerte, se esfumó.
¿Volveré a comer acacias,
algún día?
¿Volveré a comer acacias,
en algún lugar?