Y, al cerrar mis ojos,
mi corazón,
palpita por tu amor.
Me traslado a tu aposento,
cubierto con encajes de pasión.
Y, me miras,
con tu rubor de hombre bienhechor.
Te postras,
con tus manos,
abiertas, para mí.
Y empuñas,
suavemente,
un carmín de tu corazón
y me acaricias.
Esta imaginación,
tan poderosa,
me aloca.
Y, los truenos de mi alma,
fletan hasta ti
y, en este mágico momento,
tú, me dices que sí,
que me amas.
Yo, tan feliz,
me abro para ti,
un girasol de junio.
Y, en mi alma,
brota un suspiro;
por ti, amor mío.
Deja un comentario