
Y, con tu indiferencia,
dolorosa para mis átomos,
me punzas el corazón
y, un clavo ardiendo,
mata la sonrisa de mi alma.
Y me dejas mustia, perdida.
Y me muestro equivocada,
con el mayor
dolor de mi vida,
con este sin vivir a tu vera
y, con miles de liturgias,
por cumplir.
Y me hundes,
con tu indiferencia,
en un bálsamo de penas,
atrozmente, ahogada,
sin supervivencia.