Visitante diario de mi
ficción,
intruso,
con soles en mi corazón
iluso,
me mordía tu extrema
tentación.
Con la palidez de tu
abstracción,
me coronas con tu querer
incuso
y con nuestro bello amor en
uso,
el nirvana, nuestra
sublimación.
Y, en un escenario
maravilloso,
conjuro de miles de
flamenquillas,
me haces, otra vez, el amor
dichoso.
Dulce placer de tantas
octavillas,
penetración en lo más
asombroso,
al fundirnos, en lindas
tonadillas.
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