Sobre mi cabeza,
el hastío de una mala noche,
comprimida, por el ruido
de las vociferantes palabras
que retumban en ese bar,
pasada, ya, la medianoche.
Con un vaso de whisky,
en mi mano,
mirando su hielo,
toco mis penas.
Y, la carga de mis penas,
me ametralla,
me deja sangrando
sobre la triste barra,
solo me conduce
a pensar en ti.
Y, por mi rostro,
baja, lentamente,
una salada lágrima
por esa desesperación,
que ha fusilado a mi alma.
¡He muerto en esa barra!

Deja un comentario