Miro tu cara radiante,
en los árboles;
me abren paso
hacia tu corazón sagrado.
Miro tu risa, en la brisa
del aire, al amanecer,
en esta otra parte de mi vida.
Miro tu calma, en la ganadería brava;
sube a mi mente
cuando tú me llamas,
justo, cuando estás
delante de mí.
Miro tus abrazos,
confiados,
en estos pinos.
Escucho tu voz,
entre las ramas,
repletas de hadas.
Camino hacia ti,
sin dolores,
por la vereda
de las bendiciones,
por el atajo
del jolgorio,
solapada y, sonriente,
por nuestros corazones.
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