Heliópolis (Número 1.096)


¡Ja! ¡Ja! no quiero

encontrarme contigo,

el aire que me das,

tan repelente,

hace estragos,

en mi mente, invisible,

para tu estado colorido

del entretenido carmín

de las columnas esqueléticas

que pasean, entre tantas calaveras,

de dientes abrasados,

de escalofríos incomunicados,

de soluciones descaradas,

entre tantos frentes,

los tuyos, los míos…

Y, quedará, para siempre,

fuera de mi memoria,

lo vivido, lo no realizado,

lo negado, lo no deseado,

lo arrepentido…

todo un camino no liviano,

dedicado,

a las estatuas de santos primogénitos,

corredores,

entre mantas de esqueletos muertos

y, caminantes,

dándose,

un paseo especial

hasta llegar a tu puerto,

«Heliópolis» de los tormentos,

amansados,

por los cuatro vientos ígneos,

de los clavados monstruos,

por un pasado loco,

en la tierra, de las lunas crecientes,

de tu cuerpo viviente…

ciudad del sol…

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