¡Ja! ¡Ja! no quiero
encontrarme contigo,
el aire que me das,
tan repelente,
hace estragos,
en mi mente, invisible,
para tu estado colorido
del entretenido carmín
de las columnas esqueléticas
que pasean, entre tantas calaveras,
de dientes abrasados,
de escalofríos incomunicados,
de soluciones descaradas,
entre tantos frentes,
los tuyos, los míos…
Y, quedará, para siempre,
fuera de mi memoria,
lo vivido, lo no realizado,
lo negado, lo no deseado,
lo arrepentido…
todo un camino no liviano,
dedicado,
a las estatuas de santos primogénitos,
corredores,
entre mantas de esqueletos muertos
y, caminantes,
dándose,
un paseo especial
hasta llegar a tu puerto,
«Heliópolis» de los tormentos,
amansados,
por los cuatro vientos ígneos,
de los clavados monstruos,
por un pasado loco,
en la tierra, de las lunas crecientes,
de tu cuerpo viviente…
ciudad del sol…