Poderosa me siento,
por estas tierras de sombras,
con las Lagunas de Ruidera,
en mis ojos de llanto,
enormemente pletórica,
ensimismada y refugiada,
de los espantos,
de esta vida loca,
pordiosera vida
que ahorca,
en los retazos,
de la cuna de una dama loca,
con miradas entrecortadas,
vagabundas extrañas,
en Lora del Río,
un verdugo a la vista,
mi mente, no lo soporta,
me da zozobra mil veces a la una,
dos mil veces a las dos,
sin el sentido, de poder aflorar,
del interior de la tierra,
con enormes sombras,
de una noche oscura y dolorida,
entre las entrañas, marcadas,
precisamente, a opresiones nuevas
de los períodos de aquellos dólmenes
que han resistido años a su suerte
y ahora gayo quien los conserva,
entre sus migrañas,
con su cabeza mal lograda,
por una droga dependiente,
en las noches sin dormir,
también, llagas,
para los poetas post mortem,
póstumos poetas.