En el murmullo de la mañana,
despunta, mi alma, cual rosa clara.
Tiempo de pandemia,
nadie, a la vista,
nada de enjambres.
Terrones, quietos,
poderosas mansiones,
cerradas.
Palaciegos, sin su dosis,
privilegiados, que se esconden,
vacunados,
ante, el miedo,
que iguala a los hombres.
Poderosos, no invencibles,
la mala suerte,
puede perseguirlos.
Miedo, a dejar, su fortuna.
Miedo, a dejar, su lujosa vida.
Ellos, abren sus ojos,
se vacunan,
antes de que les pertenezca,
juegan con una gran ventaja,
su riqueza.
Nadie dispara,
simplemente,
apuntan con ganas
a que se desmorone el virus
de las civilizaciones,
soportando,
el peso de la muerte oscura
y, de la soledad,
en tiempo, de poca cordura.
Algunos habitantes, poderosos,
se apuntan una falta
en el libro de su humildad,
condenados al fracaso capital.
El virus no los matará,
sus almas, muertas,
dejaron de latir,
vendidas están.
Nec vendere animam tuam.
«No vendas tu alma».
😘😘😘😘
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Veo que allí también hubo vacunados de privilegio. Hay cosas que parecen ser iguales en todas partes. Saludos!
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Tienes toda la razón Puricelli, eso no hay quien lo cambie.
Un fuerte abrazo y que nos vacunen pronto 😘😘
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