Entre los sauces llorones,
del cementerio de mi pueblo,
los gritos,
estallan dentro de mi cabeza.
¡Ha muerto algo de mí!
No deseo contarlo
mas la delicada aventura,
de morirme viva,
sin el aliento hostil
de acercarme a ti,
con el sin fin,
de una loca aventura
en los callados cuentos
de mi boca en tu cuerpo,
con el bocado más rico
en mis labios
y, con los lamentos,
de un carcelero.
La pasión de los romances,
los retortijones,
de una fanática canción,
por caminos perdidos
y cansados, el deterioro,
de una tierra de nadie.
Una sanación,
entre polizones de agaves amicas,
perennes,
por las exageradas contracciones,
de mi cuerpo tumbado.
😘😘😘
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