La sal del mar,
ha dejado, un rastro,
en mis manos acanaladas,
con el día, complicado,
de tu marea baja,
en los arenales de aquella playa,
la de Nerja,
con tus colores, al ayudarme,
a pasar por aquellas piedras,
para llegar,
con mis pies cansados,
con mi cuerpo agotado.
Tu ayuda, ha incendiado
mi corazón,
con la mayor gratitud,
de las verdades de este mundo.
Tus manos,
en mi cuerpo demacrado,
desvirtuado,
con la enfermedad en mi vida.
Brindo por tu ayuda,
por tus abrazos,
sin condiciones,
por tu mirada
que me absorbe,
por la dulzura de tus torres,
que me llevan,
como una princesa liberada
por la música de Beethoven.