Los insomnes,
nos repartimos,
el lote de las ovejas.
Muchas blancas
y, alguna negra,
que se nos cuela,
en las horas,
de las noches eternas.
Los ojos,
encandilados,
la mirada,
a trescientos sesenta grados
y, el cuerpo,
agotado.
Algunas ovejas,
saltarinas,
otras,
paralizadas,
muchas, descarriadas.
La mente, a ratos,
superconcentrada,
otros ratos, perdida,
en la noche larga,
a la espera de agotarse.
Los insomnes,
seguimos contando,
ovejas y ovejas
y, algunas veces,
hasta caballos…