¡Que frío que tengo!
Mi espalda, congelada,
en este pasillo,
con la mala corriente de mi sino,
en el primer rellano,
del antiguo arcén.
Supina cuesta,
donde espero,
una propuesta inteligente,
por la dura extrañeza,
que me cansa,
con los dolores,
de mi espalda tiesa
y, me reprime,
con las acanaladas entregas
de un momento interesante,
entre mi vida y la vuestra.
Necesito combinar,
un nuevo resultado,
liberarme,
cuán cangrejo, desnortado,
de la conversación,
pajiza y pusilánime
de una dama creída,
con el subidón horroroso
de ser la mejor,
en el círculo vicioso,
de cremas caras
y de lujosos antojos
de niña tonta,
sin valores morales,
sin la enseñanza de la vida.
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