Si es verdad
que mi pena es pasajera
¿cuándo me lo dirán?
No entiendo tanto secretismo,
en el estribo de mis patadas,
dando coces a diestro y siniestro.
Prefiero una espantada,
que me libre,
del soliloquio de mi vida,
de la punta del iceberg,
de la loca instancia
que miro del revés
y, me planto,
cual acuarela blanca
en las cimas de las montañas
donde, puedo ver,
el ardiente bosque
que persigue mis piernas cansadas,
sin jugo, por los años,
martirio de una longevidad,
acabada,
que ha cerrado,
las puertas de mi poder humano.
Solo me va quedando,
el recuerdo,
en mi mente despejada,
ante las pobres pesadumbres
de esta vida mundana.
Prefiero que, tú, lo sepas
antes de irme a la cama.
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