Caducifolio (Número 950)


Común entre los presentes,

el agrado de mi mente,

no amante, de los descolores,

de una loca angustia

en la primavera del diecinueve,

en los mejores años de mi vida,

me choco de frente,

con una dura roca,

potente,

hacia una aventura,

indigente.

Los nervios de mi flor,

carentes,

de una savia buena

que, recorra,

mis centros emergentes

y, me tumba,

todo el verano

siguiente,

tras las hojas, caducifolias,

del roble oscuro,

contra paredes rotas,

contra malos suelos,

en esta vida horrible

que, cansa, mis talones

que, agrieta, mis huesos

cual especimen,

con locas estrecheces,

que, se han instalado,

en mi vida,

con duras cargas emocionales,

con duras cargas estructurales.

Y, hasta las uñas de mis dedos,

notan, el gran peso,

de esta morada de recelos.

«Deciduae»

(Caducifolio).

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