Paja (Número 941)


He creído ver alfalfa

donde solo había paja.

Las ridículas y enojadas mañanas

de mi mundo,

de colmenas falsas,

en el oscuro baúl,

bajo una balaustrada añeja,

con las sin razones

de unas intenciones falsas,

fortuitas,

que dan calambres audaces,

en una gatera espartera,

con los instrumentos cambiados.

Hasta el color blanco

de tu caluroso calostro,

acidulante,

en los horrores misterios,

en los monstruos candentes

de mi cuerpo,

hacia interminables cambios.

Dolientes conjuros,

en una escala inconmensurable,

abierta, de par en par,

hacia los mejores lugares,

en la sinuosa colina

de tu vida y la mía,

Y, qué duro,

cuando, el gato negro,

nos acecha en su huida,

proponiéndonos falsas alegrías,

contundentes estafas,

en esta sala vacía,

distinta a las demás,

en este solárium raro,

en una vida ecléctica

que nos ha engañado

entre las calimas

y las atrocidades.

He creído ver alfalfa

donde solo había paja.




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