He creído ver alfalfa
donde solo había paja.
Las ridículas y enojadas mañanas
de mi mundo,
de colmenas falsas,
en el oscuro baúl,
bajo una balaustrada añeja,
con las sin razones
de unas intenciones falsas,
fortuitas,
que dan calambres audaces,
en una gatera espartera,
con los instrumentos cambiados.
Hasta el color blanco
de tu caluroso calostro,
acidulante,
en los horrores misterios,
en los monstruos candentes
de mi cuerpo,
hacia interminables cambios.
Dolientes conjuros,
en una escala inconmensurable,
abierta, de par en par,
hacia los mejores lugares,
en la sinuosa colina
de tu vida y la mía,
Y, qué duro,
cuando, el gato negro,
nos acecha en su huida,
proponiéndonos falsas alegrías,
contundentes estafas,
en esta sala vacía,
distinta a las demás,
en este solárium raro,
en una vida ecléctica
que nos ha engañado
entre las calimas
y las atrocidades.
He creído ver alfalfa
donde solo había paja.