Verdes y luminosos colgantes,
con la estructura,
de una torcida
y, pierna rota, de león,
después de capturar a su presa,
en esa dura sabana
que, lo lleva,
a galopar por ella,
siendo, el triunfal rey de ella
y, ahora, tumbado,
jadeando de dolor,
sin nadie percatarse de ello.
Las enfadadas carreras
de sus enemigos se alegran,
él, sufriendo,
contra todas las inclemencias,
la cadena de supervivencia,
lo hace fuerte,
soportará,
las duras calcificaciones
que le acechan,
desvalido, sin poder huir,
su simiente, cargada,
de espeluznantes gritos
que, llegan, al más venerado maestro.
Y se percata de ello,
un buen ser,
en su ayuda suculenta,
en su ayuda beneficiosa.
Le hace ver,
le hace sentir, esta vida,
de otra manera.
Las capturas, sus presas,
sus amigos, huyen de él,
por el peligro que le acecha
y, su gran maestro, lo consuela.
«Saucius at leo de cytisum».
(El león herido de Lucerna).
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