Al cerrar mis ojos,
el grafiti que pintaste
en mi alma,
se asoma, a recordarme,
la sensación, más maravillosa,
de mi mundo.
Los bellos paisajes,
su linda quietud,
delante,
lo verde natural,
lo celeste del lindo cielo,
el turquesa del bello mar.
Esta relajación,
me deja pensar,
entre los cinceles,
cautiverio de osos polares,
a destierro,
en la sabana despampanante
de Tanzania y Mongolia,
con los poderosos castores,
secuaces,
de las turbinas de agua
en los hilos celestiales
y, dentro, de los golfos reales,
entre cascadas imantadas,
con una limpia carga.
Monstruos polares,
fuera del ocio.
Mala interpretación
de los palacios de Versalles,
condenados, al lujo,
como las especies
de anacondas versátiles,
lustrosas,
por el adinerado caudal
de los más deseados ricos.
En el pergamino de los espinos,
con las similitudes,
de tremendos ineptos,
decrepitando los sucesos,
menospreciando,
con un portento lento,
la quietud de la tarde,
haciéndola,
bastarda y adinerada.
Me voy, de nuevo,
a la yurta, contigo,
con la quietud
de tu alma,
amor mío.