Algún día,
tu nombre,
me atravesará,
cual daga hiriente,
¡en las sienes!
el corazón,
ya me lo atravesó,
antes de verte.
Y, el sentimiento de amor,
en los estupefactos
y cansinos montículos de divas,
en el aposento de Mesopotamia,
donde te amé hasta el sol poniente,
con el verbo en mi boca,
¡el verbo amar!
¡conjugado en presente!
Hoy, lo conjugo
en potencialidades de fueres y vinieres,
sin la calmada luz de tenerte,
entre mis brazos.
Siento tu algoritmo cambiado,
desde que te deje allí estampado,
en el árbol naciente,
con sus hojas movidas,
en el sepelio de mi despedida
y, tus ojos,
lloraban desmesuradamente.
Ya sabían lo fría que sería la tarde,
delante,
de aquel torreón,
en los altos montes Tauro
de Turquía,
camino de mi muerte.
Y, mi cansado corazón,
hoy llora,
desconsoladamente.

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