La partitura de mi vida,
un fracaso, una agonía
en mar abierto, rozando,
el límite,
de las coordenadas norte sur,
dirigiéndose hacia el punto medio
del lugar donde está la carabela,
con el tormentoso aire nuestro,
en la integral señalización,
hacia la luna.
Petunia intranquila
de una muerte endeudada,
entre tu vida y la mía.
La Polinesia nos hizo un guiño
potente,
en la rutina clamorosa,
del arco celestial
que vimos en el firmamento.
Analista de una borrasca neutra,
tomada,
por la horripilante bengala necia
de una entretenida calma,
después, de amarte,
en la madrugada,
junto a tu tributo inigualable,
en la playa de Barbate donde,
el verdoso mar del treinta de julio,
nos hizo la promesa de no separarnos,
ni aún en los días de más tormentas.
Los sueños, en las noches,
nos abrazan y nos tributan
un ala mágica de verdades sinceras,
en nuestro corazones,
¡las higueras!
Miro al mar gigante de Barbate,
un grito con mi poder,
brevemente,
despampanante,
el amor, no se deshace;
alados.
hoy, en Brasil…
¡miércoles cinco de agosto!
amor mío.