Cinco de la mañana,
penetra, entre mis piernas,
una música fría,
por las ventanas de la noche.
Siento que me recorre,
un tortuoso camino,
en esta oscura vigilancia.
Las tormentas,
me dedican,
la peor lumbre de mi vida,
una fuerte noche,
una troglodita hecatombe.
En esta habitación, “urbi et orbi”,
llena de truenos,
con el estruendo,
de las máquinas,
a diestro, a siniestro.
Me asomo a la ventana,
en esta séptima planta…
en estas paredes,
nada bueno se cuece,
los escalofríos van,
los miedos vienen,
las sábanas mojadas,
el sudor, interminable, por mi frente
el tedioso incurable de mi muerte,
paseando, cada noche,
por este cuarto de liebres vivientes,
acantonadas,
para sepultarme
bajo una húmeda tierra
que me quiere apresar,
entre sus antojos de serrín,
para atozarme de repente.
Mi simiente se apaga,
ella recolecta mi fruta de vida,
en mitad de la noche.
Me rindo a esta suerte infiltrada,
mi viaje, por las tinieblas,
a una nueva octava,
Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si…
todo sea,
por el cambio eterno de mi alma.
Fotografía pexels
👏👏👏
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