Confianza,
entre las largas colas,
de una doctrina jocosa
que, tú, me cuentas, amor,
en mi lecho de muerte,
en mi agonía mortal,
en mi sombra,
penumbra de mi vida terrenal.
Pides, que abra mis brazos,
¡no sé para qué será!
Me colma, tanta tristeza,
¡todo lo hago mal!
No te doy la mano,
ni entre las rocosas luces
de mi ser,
¡caminante perdida!
Todo se me hace duro,
¡arranca mi tremendo llanto!
Me cantas un bolero,
yo, solo sé resoplar.
Frente a este universo,
¡una absoluta verdad!
Me persigue
un bicho, muy feo,
con orejas grandes,
desfasadas,
con un sombrero negro,
cubierta su cara,
con unas manos peludas,
en la oscuridad nocturna.
Me asusta su aura negra,
le he puesto, una zancadilla,
su dalla, ¡fuera! ¡fuera!
Ahora todo diferente,
al descubierto,
su inigualable cara,
la vergüenza, ¡lo señala!
Se ha difuminado el negro,
su cambio, a gris claro.
Le ha dado corte
y, entre los cedros del bosque,
su evaporación,
salida en otra dirección.
Dame tu mano, amor mío,
¡ya estoy descansando!
Ese bicho se ha ido,
¡estoy en tus agradables brazos!
¡no me voy! ¡no me voy!
¡estoy llorando!
😪😪😪🥰