Me he hecho una blusa coraza,
donde, todo lo malo, resbala;
no quiero, más dolor, en mi alma.
Para limpiarla, un guante blanco,
para purificarla, una vara de nardos.
¡Que nada dañe mi entraña!
Frente a las tempestades:
¡poderosa!
Frente a las tormentas:
¡fuerte!
Mi arrullo, a fin de cuentas,
demasiado alerta,
en este mundo de sapos.
Intentan, meterme mano,
en el amanecer de mi encanto,
en el florecer de mi alma;
por poco, se la cargan.
Yo, ante tal patraña,
he ajustado mis cuentas
para, no perderme,
en la mar revuelta.
Quito, de mi pecho,
la congoja y la pena,
(anudadas en mi garganta)
para mirar,
con mis ojos de sirena.