Un estado raro,
anonadado,
por las palabras
de una mujer;
esas palabras,
inentendibles,
¡no me hacen daño!
Con mi fortaleza,
¡las esquivo!
¡paso de ellas!
¡sé vivir! ¡sí!
yo, ¡sé vivir!
No me hace daño,
lo que, ella,
por esa boca,
expulsa:
¡no me importa!
Soy fuerte,
¡muy fuerte!
No me tambaleo
con esa frase.
Me dice, con énfasis,
“disfruta, ahora
que estás algo mejor,
hasta que llegue tu hora,
tu pronta hora”.
Ella, tan atrevida,
me da esa sentencia,
ni siquiera, los médicos,
me la han dado.
Y, esa expresión,
no le honra.
¡No!
Su cerebro, con eso,
engrandece,
su mal ejemplo.
Yo,
huyo por otro sendero…
de mí, ella,
queda lejos.
Pingback: Mi hora (Número 709) Míriam Fotos Wabisabi – cancerpoemas