Y, todo,
por una zurrapa de lomo,
esperándote,
en aquel bar de la esquina,
frente al banco,
cerca de la calle Osorno
al lado del paso de cebra,
donde tantas personas deambulan…
Y, mi desayuno, a las doce,
esperándote,
desde las diez.
Y, en mi agria espera,
una tostada,
con zurrapa de lomo.
Y, tan dura se quedó,
que un risueño camarero,
mirándome, fijamente,
me preguntó, con amabilidad,
que si quería otra.
Él intuía
que algo me pasaba…
Me miró sonriente…
con ganas de hablarme.
Yo,
bajé mi cabeza… callé.
Y, sí,
me he comido dos tostadas,
con zurrapa de lomo,
la tuya y la mía,
esperándote,
en aquel bar de la esquina.