Despejo mi mente,
de lluvias inherentes,
a aquel lugar,
donde te conocí…
en aquel trece de abril.
Ni siquiera, yo,
sé qué hacía por allí;
mi mal sino me llevó
a ese destino,
que, jamás,
fue un destino limpio.
Desde que te conocí…
¡perdí tanto en mi vida!
Te lo digo,
fuí vencida,
en ese extremo tuyo.
Con tu saludo,
al decirme,
con tu paranoia
de sabelotodo,
que debía confiar
en tu sí, tan rotundo,
que, siempre, sería así,
hasta el día de la regata.
Y, nuestro catamarán,
partió a Indonesia;
tú, querías estar allí,
en esa fecha exacta,
sin ningún cambio.
Y, mi triste destino,
rompió mi corazón
cuando,
dentro de aquel espacio,
tan pequeño,
yo te vi caer al suelo,
sangre por aquí,
sangre por allí.
Yo no pude hacer nada
por ti.
¿Qué hago yo aquí?
¡sufrir! ¡sufrir!
Ah, ya me he quedado
en Indonesia,
pero sin ti.
¿Qué hago yo aquí?

Deja un comentario