A ti te quiero contar
mi sufrimiento en la vida,
todo, por un sin amor
que de entre las muchas rosas
del paraíso,
conmigo se pinchó.
Y, mis púas,
en ti se clavaron,
cual siniestro en hora punta,
al despuntar la mañana,
con alcohol máximo en sangre.
Y, tú, huías de mí
como un colibrí,
asustado en las garras
de un espectral podrido,
con un miedo colorado,
despavorido…
y, hasta un pelín amargado,
por esa rosa que te pinchó.
Y, ahora,
esa rosa se ha quedado
en rosita;
vive muy dolorida,
no se ríe para nada,
¡qué flor más desesperada!
Mira el mundo
desde una ventana,
sin salir,
tan amargada.
Y a ti te espera…
con una puerta cerrada.

Deja un comentario