Dante y Petrarca
me visitan,
para enseñarme,
sus noches de gloria,
en un ataúd de victoria
desdibujado por la humedad
y, por el olor,
de una polilla copiosa,
razón de más…
para atender sus consejos.
Los vigilo, por partes,
como a una condesa cabreada,
que ha perdido su cabeza,
al ver, donde vamos,
al pasar de esta vida
a la otra, a la definitiva.
Así, que continúo
con bastante atención.
Y Dante me habla de
su carne entera,
de lo que ha hecho,
tantas veces,
para mantenerla.
Y me dice que ha llamado,
tres veces al cielo,
y que sólo hizo, una apuesta,
con el mismo Dios.
Y puede que Petrarca,
sin más detalles,
diga que yo soy
su siguiente arma de defensa,
en una hostil guerra,
entre el cielo y la tierra.
Estaré muy atenta,
antes que desaparezcan,
Dante…
cuenta, cuenta.
Petrarca…
no abras todavía esa puerta.
«Arcanum meum noctibus»
Secreto de mis noches.