Postro,
mi humana regla,
de inherente sagacidad,
en el lustre de tu barriga
que me ama,
con la inmensidad,
de una tormenta estridente,
en alta mar.
Allí, los peces, se mueven,
al son del temporal.
Y, una caza de brujas,
abre mi corazón,
de manera descomunal,
para que me una a ti.
Y, en esta estampa del mar,
tras el temporal,
llega la calma.
Aprendemos a volar,
junto a los colores del arcoiris
y, con los pececitos del mar.
Saltamos de amor
y de felicidad.
Tú, me has enseñado a amar;
vuelo y vuelo,
para no naufragar.
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