Y, en la alacena de mi vida,
vivencias de una negra penumbra,
se me pone delante una muerte
estúpida.
Quiere burlarse de mí
y me dice que, frente a ella,
nada tengo que hacer.
La carne se me pone de gallina,
rechinan mis dientes,
ella, la muy tuna,
susurra en mi oído:
«feliz cumpleaños
del día de tu muerte».
Yo frunzo mis cejas
mas no agacho mi cabeza.
La miro desafiante,
cojo impulso hacia delante,
me monto encima de ella,
y ¡sí! con un puñal,
hecho con mis ganas de vida,
le retuerzo sus manos,
le quito su guadaña,
la giro hacia mí
y le digo estas palabras:
«te dejo tiesa» «indefensa»
«te desafío»
«lo nuestro será un duelo»
«un duelo sin armas»
«un duelo de tú a tú»
«de corazón a corazón»
Ella, por el temor al amor,
se da por vencida,
se da la vuelta,
agacha su cabeza.
Y, desaparece,
sin llevarse su guadaña.
Quizás, otro día,
vuelva a por ella.
(lo recordará, seguramente).