Miro mis manos, cansadas,
de tanta lucha,
¡ajetreada lucha!
No cuento mis penas,
una tras otra, cada día.
No miro hacia atrás
una pesadilla,
surca mis pesares
hacia un pozo, sin salida,
donde la nube del placer
se esfuma, dentro
de una barraca portuaria,
entrelazada,
entre la vida y la gloria.
Y, en mí,
las lágrimas afloran.
A veces, me hacen fuerte
hasta mi victoria.
Y, un retruécano variopinto,
¡perder la vida en un segundo!
¡perder en un segundo la vida!
turbulencias me manda.
Y, en mi plano físico,
¡mis manos me suelta!
¡me suelta mis manos!
hasta, caer, en el vacío,
dando vueltas y más vueltas.
¡Sollozos por el camino!
¡Mareos despertinos!
Y, un porrazo,
me despierta,
en una sala de hospital,
¡con mis manos atadas!
¡con mi cara magullada!
Y sin tan siquiera, saber,
quién soy yo.