
Incondicional de tu alma,
hondo maltrato,
en tu vespertina visita nocturna,
imán, de la perdida nostalgia,
en mis últimos días.
Junto a ti, cerca del río Sil,
retozamos, peregrinos,
de un amor sin causa,
sin fin.
Después de saltos de delfín,
nos adentramos, taciturnos,
en el bosque encantado,
de tu ingravidez natural,
con tu fuerza impenetrable,
con tu nutrida caminata,
hacia los peces de colores
que, allí, nos esperan,
mi amor.
Y, entre las sombras escondidas,
de tu atrevida cortada,
entrego, mi alma, a tu morada.
Celeste calma nos acompaña hoy,
¡Gracias mi amor! ¡Gracias!
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