Sé que llego tarde a tu
morada,
señor de artes marciales,
en mi mente,
sé que no me amas,
incoherente a mi alma,
sé que me entrillas
en tus maizales
sólo para poseerme
y, después, te marchas
con tus manías
y ni me recuerdas.
Sé que tu dureza de sexo
te interesa y que, por ello,
pierdes la cabeza
y no te asombras
de mi pena
ni te da miedo
que, algún día, me pierda
entre los campos cerrados
de tu maleza.